domingo, 20 de febrero de 2011

Sesión triple: La ciénaga + Cisne Negro + Valor de ley


Hay momentos en la vida en que necesitamos que nos recuerden la existencia de motivos, momentos donde la bruma siembra dudas sobre nuestras pasiones y deja a la vista solo las resoluciones a corto plazo, habitualmente las que desembocan en el fracaso o la decepción. Esos momentos de caos no necesitan de una hábil deconstrucción de causas ni de un laborioso trabajo de ordenación, sino de un caos aún mayor, una lumínica locura que actúe con el visceral impulso de la emoción, que omita ecuaciones para emitir enunciados cuya causa somos inherentemente nosotros. Nadie necesita justificación para lo que es, tan solo saber que ese instante nos pertenece.

Así me planteo un sábado de cine notable para atravesar aguas turbulentas, a la búsqueda de faros cuando las tullidas certezas andan de resaca, buscando cobijo en los Coen, Aronofsky y Martel. Lástima que del plantel sólo aprobara la brillante locura de un, a menudo despreciado, Aronofsky, el único de los tres preocupado en hablar de la muerte a través de los vivos en el camino inverso que siguen las propuestas de Martel y los Coen. Para esos temas ya está el cine de zombies.

Arranco el día con La ciénaga, de Lucrecia Martel, de la que ya disfruté de su La mujer sin cabeza, y cuya La ciénaga se me antojaba como su mejor film (mejor guión en Sundance, mejor Ópera Prima en Berlín). Estaba completamente equivocado, acabando contagiado del desapasionamiento de la directora hacia su propia historia (también firma el guión) donde los arquetípicos personajes carecen de vida propia.

De per se no sería algo peyorativo, ya que el brillante arranque nos muestra a los personajes como meros objetos de guión, como carcasas de la metáfora, pero el giro hacia el realismo perjudica seriamente un desarrollo reiterativo y hueco que busca el drama y el mensaje en los interludios de la acción. Valiente apuesta para un sinsentido que pretende erigirse en un retrato social que acaba resultando obvio, plano y tópico. El choque entre personajes que han de resultar verosímiles con los que meramente articulan partes del relato (esbozados desde la comicidad) no acaba de funcionar y no solo restan credibilidad al relato, sino que diluyen cualquier intento de cimentar un mensaje sobre una base calculada, tan intencional.

Y no negaremos el brillante trabajo de sonido ni el menos brillante ejercicio de fotografía, pero no existe núcleo que justifique lo de "el total es más que la suma de las partes" en el film de Martel ya que la impostada trama y lo artificial de sus personajes convierte el relato en una sucesión de huecos previsibles de los que brota una peligrosa autocomplacencia disfrazada de ejercicio de estilo. Cuando el maniqueísmo no se justifica o se pervierte, y la doctrina debe valerse por sí sola, se llega al tedio de la incomunicación.

Algo parecido sucede con el western de los Coen, de un desapasionamiento académico alarmante. Intachable el cacareado apartado técnico y los estudiados resortes que deconstruyen el género, pero estudios sobre el devenir del western los hay mejores, como también hay mejores films, por lo que el intento de trascender su propia obra se me antoja tan pomposo como desalmado. No me he creído ni un solo instante del film, ahogado en un artificioso realismo a la búsqueda de los paréntesis que omite la mitología, forzando la narración a un controlado devenir azaroso que acaba siempre transitando tópicos e impostando metáforas.

De hecho el grueso de las reseñas que he leído se encargan de aupar el film de los Coen siempre contextualizándolo y adscribiéndolo al western, pero nunca resaltando su valor inherente, sin trazar puentes con otros títulos. Así es como la obra de los Coen gana fuerza como pieza, como punto final, no como totalidad, sino amparada bajo géneros y/o autores. Y es que como relato del salto a la madurez (contrapuesto al de una madurez genérica venida a menos) me resulta tremendamente plano e inocente, como la brillante belleza del Allegretto del Claro de Luna beethoveniano, totalmente intrascendente.

Y en el símil de melómano me topo con Aronofsky, una suerte de Rachmaninov cinematográfico, tan preocupado por la perfección como por el precio que el alma ha de pagar por ello. Su Cisne Negro es extremo, exagerado, forzado, tópico, lineal, maniqueo y abrupto... pero tan enormemente bello...


Pese al tour de force a la lógica que supone el paranoico desarrollo del film, me creo cada uno de los instantes del film, me creo la (también estudiadísima) visceralidad de la puesta en escena, los arquetípicos personajes, sus naïf preocupaciones y la temática tan manida. Y me lo creo porque al trasluz veo un alma que intenta comunicarse mientras lucha con su propio drama y no un exquisito mensaje que luce palmito en un escaparate. Eso me recuerda a la potencia dramática del solo del Moroccan Susnet de Satriani o del The Outlaw Torn de Metallica frente a la indiferencia que me provocan gran parte de las melodías paridas por Eric Clapton o Mark Knopfler.

Aronofsky me ha recordado que el cine es primero pasión y luego oficio, que no existen agendas sino necesidades y que la excelencia intelectual se construye sobre cimientos emocionales. Mientras las pomposas propuestas de Martel y los Coen acabaron por parecerme triviales, la simplista revisión del despertar adulto de Aronofsky me pareció un canto a la pasión por el arte, al drama de la lucha contra la inasible perfección, a tutear al espectador sin preocuparse donde ubicará la historia su mensaje. Probablemente sea, y de mucho, la más imperfecta de las tres, y precisamente por eso es la más humana.

 

2 comentarios:

Anonimo dijo...

uffffff.... vaya maratón, yo hace tiempo que no lo hago.

De todas formas no le veo a usted muy contento con los resultados. Bueno, siempre puede revisar Fargo para quitarse el mal gusto.

Saludos.

Redrum dijo...

Anónimo, no sé en cuánto tendré el record, pero te aseguro que algunos habitantes de LCM habrán llegado a las 6 o 7 al día sin problemas.

No, contento no estoy, desde luego. Fargo, Barton Fink y Muerte entre las flores, sin duda.

1 saludo y gracias por comentar!